Enrique Meléndez Oropeza
Plan de destrucción nacional
Yo me pregunto, cada vez que veo al teniente coronel hablar de nacionalizaciones o expropiaciones, si a él le han mentido, con respecto a lo que han sido las experiencias hasta ahora que se han llevado a cabo, en ese sentido, o si con conocimiento de causa sigue empeñado en esta política, y lo cual asomaría esa intención que le interpretan algunos, en el entendido de que lo que persigue este hombre es destruir el país. En conversaciones con la gente a alguien se le va esta expresión:-Este hombre nos quiere destruir, porque su propósito es hacer de Venezuela una segunda Cuba. ¿Es que no ha escuchado que todas las propiedades que han sido invadidas o confiscadas, en lugar de mantener la productividad que traían, para antes de sufrir dicho proceso, han sido saqueadas, y que hoy sus ocupantes, una vez arrasada la riqueza encontrada allí, y desasistidos por el Estado, que los utilizó en su afán político, pero que los olvidó porque, en el fondo, dicha política no persigue ningún objetivo, ahora depredan el medio ambiente, y con ello los reservorios de agua, según se ha trascendido en el medio campesino del país? Quizás hay algo de las dos cosas, porque estamos ante un hombre que no admite fracasos; pero también porque en su corazónabriga demasiados resentimientos, y le molesta aquella persona que él ve que posee independencia de criterios; como en la famosa filosofía de Jalisco, entonces te lo quito, es decir, procedo a la manera del arrebato, y a partir de ahora te dejo sin autoridad alguna. Es aquí donde nuestro teniente coronel se descubre por sí solo, al acompañar cada uno de sus procedimientos expeditos con verborrea política. -Diego Arria dice que va a recuperar la finca, una vez que pase todo esto; pues que él me venga a “tumbá”. Es decir, él de lo que más lejos está es de promover el desarrollo del campo, como sí de cobrar una venganza política, ya que percibe que no se ha podido granjear esa independencia de criterios como algo que lo tiene en sí su personalidad, a propósito de referencias como la de Diego Arria, de Ricardo Hausmann o Moisés Naim, para hablar de tres venezolanos con peso específico en el campo internacional, sino sólo transitoria, y esto porque se da cuenta de que sus limitaciones son demasiado grandes frente a este tipo de persona. Quizás sea una de las ironías más ácidas, con las que le han salido al teniente coronel, la que le ha proferido Arria, con aquello de que él estaría dispuesto a darle su finca, a cambio de que se retire en ella por el resto de sus días, y le devuelva la paz y la tranquilidad a los venezolanos. El hecho es que a medida que han pasado los días, y uno ha visto lo que ha sucedido con el proceso de arrebato de su hacienda La Carolina, se ha venido dando cuenta de que el peor perjudicado en estas circunstancias ha sido el propio Chávez, al punto de que se ha dicho que le tenían preparada una emboscada a Arria, con la intención de detenerlo y someterlo a un juicio, tal como ha sucedido con Oswaldo Alvarez Paz o con la jueza María de Lourdes Afiuni. Algo que se asomó en la Asamblea Nacional, cuando se suscitó un debate, a propósito de esta respuesta de Arria al teniente coronel, y hasta un diputado Escarrá hizo leña del árbol caído, a propósito de la situación en la que se encontraba Arria en el recinto parlamentario para ese momento, y así han chocado con la esfera de influencia de este hombre en el campo internacional, y por este camino se han dado cuenta de que no era el mejor proceder si se le sometía a estas condiciones, y, precisamente, porque este es un señor que tiene la proyección hoy en día de la que gozó en su época Francisco de Miranda, y que la que lo salvó en su caso de ser llevado a la guillotina por Robespiere. Los propios voceros oficialistas también se ven traicionados por sus respectivos inconscientes, partiendo del propio Chávez quien ha dicho que ser rico es malo, hasta el ministro Jorge Giordani, al que se considera el más retrógrada de la partida, a quien se le escapó la expresión de que el socialismo es cosa de pobres. A nivel de la opinión pública, el mote que se le tiene es el del “monje” Giordani, y quien es el que la calienta más la cabeza a Chávez en lo que atañe a la profundización del régimen basado en la burocracia estatal. Para nada está presente la filosofía del progreso; por el contrario, lo que pisa esta gente, como dicen que actúa la pata del chivo, todo se vuelve infértil. Es aquí donde cobra una gran vigencia aquella frase de Nietzsche de que hay que proteger a los fuertes de los débiles, y es sobre esta premisa sobre la que está montada una gran parte de la legislación del mundo de hoy, de acuerdo al nuevo modo de vida moderna; que no es otra cosa sino el principio de la defensa de la propiedad privada. Con independencia de que al teniente coronel no le ocurra nada, porque no tiene dolientes en el marco de su modo de actuar, y así le importa en lo más mínimo la miseria en la que coloca a la gente que si está incursa en ese radio de acción, tarde o temprano, como se lo ha hecho ver Diego Arria, pagará por estos pecados. Por el momento, él se cree eterno y hasta necesario, en la medida en la que considera un dios, pero la vida tiene muchas vicisitudes, y así se han visto casos patéticos, que el mismo Arria se los recuerda, de dictadores, que de haberse sentido todopoderosos, resultaron los sujetos más indefensos de la tierra. Porque, además, estos últimos procedimientos, que se le han visto ordenar, traslucen a leguas que están motivados por celos. Ya él no es el mismo Chávez que a todo le sacaba una partida: un hombre que viene de ostentar niveles de popularidad de más de ochenta por ciento al día hoy cuando ya ronda los treinta y tantos. Se ha acabado su liderazgo, y se ha minado, y se resiente cuando se compara con contrafiguras como
la de Diego Arria.

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